El hospital está lleno de incidentes y experiencias y sin
duda alguna, la más interesante de todas sus áreas es la sala de emergencias.
Esta vez decidimos contar nuestra historia desde aquí, desde el primer piso tan
concurrido, amado y odiado a la vez. Es martes 18 de octubre del 2016. Nos
saluda Martín desde la entrada en una noche fría frente a los rieles de la
Línea 1 cubierto hasta las orejas.
¿Qué tan particular puede ser una noche de martes? Bueno, una
sirena de ambulancia ingresando nos decía que muy poco. Enfermeras corriendo
para dar el alcance, el técnico en admisión para poder recibir al paciente que
llegaba por presión alta y yo, saludando a Lucho, entraba al ambiente de
atención, triaje, reanimación, sala de partos y las otras escuchando quejidos, voces, un “respire profundo” a lo lejos y algunas inusuales risas que
convertían la noche más ligera para el personal de salud.
La cola de pediatría era la más larga. Madres con niños
resfriados, afiebrados, algunos llorando, sólo dos tranquilos y otros
durmiendo, menos mal. Al costado estaba la sala de dilatación y espera materna,
la relación de gestantes era igual a la de los niños. En tópico, como de costumbre,
la fila de pacientes sentados con los brazos extendidos era larga, conté 11 botellas de suero acabándose gota a gota.
En un afortunado momento, pude ver al doctor Christian
Flores Santillan sentado en la sala de triaje sin pacientes, sacándose los
guantes de látex.
– Doctor, ¿se puede?
- Por favor, adelante.
- La noche está un poco movida.
- Siempre es así, sólo se debe tener buen humor y paciencia.
Si alguien viene llorando, no debes darle motivos de hacerlo con más fuerza.
- Wow, tiene
sangre en la bata.
- Sí, vino un pequeño con
un corte en la ceja. Se había caído y no dejaba que lo revise, así que,
empecé por cargarlo y calmarlo hasta que decidió, por fin, soltar la mano de su
mamá. Pero tranquila, es una noche común, de heridos y gritos.
Me contaba su noche con buen humor, un humor resistente a
todas las incidencias de los pacientes. A pesar de todo lo que ya había visto,
me afirmó que sábados y domingos llegaban hasta el doble de pacientes, cada uno
más grave que el otro.
En promedio, el hospital Uldaricco recibe nueve mil casos en emergencia cada mes, siendo el turno de la noche el más agitado. Para todos estos casos se dispone de 10 doctores, 20 enfermeras/técnicas y 6 vigilantes por turno. Y solo de vez en cuando, una visitante extraña que observa a los valientes pacientes desde lejos e intenta curarlos con mucha buena vibra, como yo: Jacqueline Tamariz, jefa de prensa del Hospital Uldarico Rocca Fernández.
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