jueves, 24 de noviembre de 2016

“TENÍA QUE PONERLE OJOS AL ALMA"

Llegar temprano al hospital y no comprarle un periódico al señor Ricardo en la puerta es pecado, en serio. Es una persona tan querida por todo el personal del hospital y algunos pacientes continuos, que es imposible pasar de largo por la puerta de ingreso. Él vive muy cerca al hospital, así que llega muy temprano siempre en el mototaxi de un vecino suyo. Deja sus periódicos en el counter de vigilancia, pregunta si sus lentes oscuros están limpios (aunque de todos se sentará a limpiarlos como un ritual) y se encamina al comedor con el sonido peculiar de su bastón, pues tiene un cascabel.  

Según él, el cascabel lo ayuda a que la gente sepa dónde está o que se está acercando y así tener cuidado. “Te imaginas si aparte de ciego, cojo, ya qué haría”. Desde la última vez que estuvo internado, se aseguró para siempre las 3 comidas de las porciones de los pacientes, fue la cariñosa decisión de la directora del hospital que nadie refuta. Don Ricardo lo merece.

Él llevaba 20 años vendiendo periódicos frente a la municipalidad de Villa el Salvador, hasta que tuvo un terrible accidente. Un bus de la empresa Vipusa se estrelló contra su puesto y sólo se salvo de milagro. Llegó al hospital muy delicado, con cortes y golpes que intentaban curar y salvar. Pero había algo por lo que ya no había más que hacer, sus ojos. Los perdió por completo. Y aunque le ofrecieron prótesis estéticas, siempre dijo que lo que más le dolía a él era ya no poder ver, no cómo lo vieran los demás.

Al salir del hospital, tuvo un largo período de adaptación, de la que él ahora dice: “tenía que ponerle ojos al alma, eso no es fácil”. Fue en las consultas posteriores que hizó lazos más cercanos con el personal del hospital. Vieron su situación y lo primero que le otorgaron fueron las 3 comidas diarias. Al ver que tenía que ir y regresar 3 veces al día, todos concordaron que mejor se quedara en el hospital, porque nadie venía periódicos cerca. Ese fue el inicio de una linda amistad en la que el señor Ricardo cambió de vida frente a la adversidad y todos ganamos un “buenos días hijita (o)” diario que te llena de buena vibra.



martes, 15 de noviembre de 2016

ÉL NO TIENE LA CULPA



La congestión de pacientes siempre es alta y más esta última mitad de año, en la que 850 personas pidieron su traslado aquí para atenderse. Se ven colas desde las cinco de la mañana en admisión, citas, acreditación, laboratorio y los consultorios más concurridos. Hay gestantes, mujeres, hombres, ancianos, niños, bebés, todos con distintos problemas y distintos dolores. Pero hay grupo de personas que es mayor en cantidad: los que se quejan.

Estas personas se quejan por las horas que esperan, por la atención que reciben, por la escasez de medicina e insumos, por los tumultos, por las citas  tardías. Y en todas sus quejas los culpables son los médicos, a quienes tildan de negligentes, de inútiles sin vocación, de improvisados. Ese médico que salvan su vida. Ese médico que atiende el doble de pacientes en el mismo turno sin un sol más en su boleta pago. Ese médico que corta una gasa en 2 para poder atender 2 pacientes. Ese médico que deja a su familia para curar la salud de otras. Ese médico que no duerme. Ese médico al que nadie felicita ni agradece y, a pesar de todo, debe seguir atendiendo.

Pero, él no tiene la culpa. No, señor paciente. Baje el celular y corte el video con el que culpara a su médico en redes sociales. Deje de decirle a sus conocidos que aquí se atienden mal. Él no tiene la culpa. Culpe al presidente que eligió, a los congresistas que eligió, al ministro de salud, a Essalud, a los directores, a ellos, por favor. No a quienes tienen que sacar adelante el hospital poniendo sus rostros para ser señalados.  Los médicos no son quienes duplicaron el número de pacientes, no son quienes compran medicina de mala calidad y en poca cantidad, los médicos no son quienes les dan citas urgentes cada 6 meses.

La próxima vez que vea una publicidad con jingle pegajoso diciendo “se duplicó el número de pacientes atendidos en tal lugar”, piense cuántos médicos más fueron contratados, si se duplicó la medicina o no. Pregunte, cuestione, no culpe. Y por favor, agradezca, felicite la labor del personal de su hospital, porque son personas desconocidas que tratan con cientos de pacientes al día siendo cuestionados, juzgados y maltratados, y aun así defienden su vida como propia.